Post originalmente publicado en Cosas Imposibles
Llegas a la caja del supermercado para pagar y te tratan como a un perro. Buscas dónde encontrar una farmacia cerca del hotel y te dicen que te busques la vida. Son las consecuencias de negocios mal gestionados. De empleados mal pagados a los que probablemente no les importas.
El Consumo Colaborativo no es algo nuevo, pero Internet lo ha convertido en un movimiento. En un sistema de carácter global. Y es probablemente la mejor forma de conseguir un trato más humano: no la única, pero quizás una de las más interesantes.
¿Qué es el Consumo Colaborativo?
Aunque creo que la versión de wikipedia se queda corta, debo compartirla:
El consumo colaborativo se refiere a la manera tradicional de compartir, intercambiar, prestar, alquilar y regalar, redefinida a través de la tecnología moderna y la nuevas maneras de medir la reputación de las personas.
Tal como indica wikipedia, el «consumo colaborativo comenzó a popularizarse en 2010 con la publicación del libro ‘What’s Mine Is Yours: The Rise of Collaborative Consumption’.»
Por su lado, la revista Times, además de colocarla en la lista de las 10 cosas que cambiarán al mundo en los próximos años, la define como la re-emergencia de las comunidades. Esta vez no por cercanía, gracias a Internet.
El concepto juega con la idea de que ya no es necesario «ser propietario«, y que lo más sensato es ser una persona que comparte para beneficio común.
Pongo un ejemplo de consumo colaborativo: hace una semana tuve que ir, desde el pueblo donde vivo actualmente al norte de Portugal, a la capital, o sea Lisboa. En vez irme con la empresa de trenes, decidí irme junto a otras 4 personas que iban el mismo día. Todos pagamos 10€ (en vez de 20€ cada uno) para cubrir los gastos de gasolina y peajes de un viaje de 250 kms.
Hasta aquí, todo suena bastante normal, ¿cierto? Eso es porque no te he contado la mejor parte. Y es que a estas 4 personas, que casualmente iban el mismo día que yo, no las conocía. Y fue gracias a la tecnología de Blablacar que pude compartir este viaje. Allí me registré, busqué el viaje que quería hacer, en el día que necesitaba hacerlo y «reserve» mi lugar para irme con estas 4 personas. Todo esto hubiera sido muy difícil de coordinar sin Internet. A mi me tomó -en suma- no más de 30 minutos coordinar este viaje.
Y gracias a este viaje en coche compartido ahorré dinero, conocí gente interesante, tuve un viaje fantástico, y no tuve que enfrentarme a ningún empleado malhumorado, y mejor aún, tampoco fuí víctima de las huelgas constantes de las empresas de transporte -no los culpo chicos, merecen salarios más dignos-.
Otro de los casos fabulosos de Consumo Colaborativo es Airbnb. Airbnb es un sitio que permite a cualquier persona dar un lugar en su casa a cambio de un servicio: una noche de hospedaje en una ciudad extraña. Me he hospedado en apartamentos de alquiler diario desde mucho antes de Airbnb, pero sería falso decir que esta startup no ha convertido este tipo de colaboraciones en un fenómeno de carácter global. Los beneficios, también, son múltiples: precios más bajos, mayor libertad, un trato más humano y la experiencia «local» mucho más cercana.
La gran diferencia, si quisiera poner un ejemplo, sería como comparar la transacción que haces con el panadero de tu barrio, en vez de la cadena-supermercado de la corporación. Y eso se nota.
Pueden ver más ejemplos de startups (muchas de ellas de viajes y transportes) apostando por el consumo colaborativo en este directorio.
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Por mi parte, trataré más adelante de hablar de las diferentes categorías bajo el Consumo Colaborativo de las que he sido partícipe:
- Alojamiento compartido
- Carpooling
- Coworking
- Trueques
- Cruce de libros